El sábado 15 de noviembre celebramos en el jardín de Can Prunera el último taller del Ciclo de Arquitectura y Naturaleza impartido por el tallerista y arquitecto, Pablo Amor. En lo que ya se ha convertido en un ritual, las familias con sus niños disfrutaron de una introducción teórica donde escucharon lo que, a priori, parecía una fábula. La historia de Francis se parece más a un cuento que a la consecución de una realidad y nos sentimos todos interpelados por la narración de Pablo Amor. Francis nació en un aldea diminuta y paupérrima, Gando, en Burkina Faso donde nadie sabía leer ni escribir. La comunidad, que ya vio en el pequeño Francis una lucidez especial, decidió hacer una colecta con todos los ahorros disponibles para mandar al joven soñador hacia Europa, para que así pudiera formarse. Como suele ocurrir casi siempre en las grandes historias, son los que menos tienen los que más ofrecen. Francis no olvidó ese gesto, que le permitió nacer otra vez y cumplir su sueño. Estudió arquitectura en Alemania, pero nunca olvidó el esfuerzo de la comunidad para que él estuviera ahí; así que después de las clases, se hizo carpintero y dibujante para, de esta forma, poder saldar su deuda con los suyos, muchos años después, cambiando sus vidas para siempre. Ahorró y esperó. Estudió y aguardó.
Al volver a su comunidad realizó el gran cambio que tenía en su interior. La revolución de Burkina Faso comenzó con su gente y con los materiales más sencillos del mundo. Entre la arcilla, el barro y el agua, se fermentó y luego destiló una nueva forma de usar lo que se creía común y no apto para construir. Francis consiguió, utilizando los principios de la matemática más sencilla y la arquitectura elemental, dar forma a la pobreza, convirtiéndola en solución. Bloques sencillos de arcilla y barro, colectivización humilde y profesionalización de los habitantes de las aldeas. Creó nuevos trabajos que nunca habían sido necesarios: albañiles, mamposteros, constructores, dibujantes y obreros. No sólo construyó casas, escuelas, hospitales, bibliotecas y lugares de reunión mitigando los abrasadores calores africanos, sino que les devolvió el favor a los suyos: se fue, volvió y triunfó humanamente. Siguió el humilde principio del agradecimiento. Y gracias a su filosofía de vida ha sido el primer africano en conseguir el Premio Pritzker en 2022, similar al Nobel, pero en el campo de la arquitectura.
Los niños y sus familias, realmente inspirados por su historia, diseñaron unas aldeas de arcilla y barro siguiendo los modelos optimizadores de Francis, creando estructuras sencillas pero resistentes, con formas sinuosas, evocadoras y prácticas. Crear de forma conjunta es otra de las formas que experimenta el cariño y el amor, así como el agradecimiento. Todos los asistentes pudimos sentir ese agradecimiento al perpetuar el sueño de Francis y hacerlo realidad palpable, sobre todo, entre los más pequeños.
En 2026 se volverá a celebrar este Ciclo de Arquitectura y Naturaleza debido a la cálida acogida que ha tenido. Próximamente, en nuestra web y redes sociales, habilitaremos las fechas e inscripción.
