No nos hubiéramos podido imaginar un broche de oro tan bello para clausurar el Festival de Música Contemporánea Nits de Libèl·lula de Can Prunera. Toda la culpa es de Leire Corpas, que nos brindó un concierto íntimo, místico y realmente divertido en el jardín de esculturas, rodeada de más de setenta personas. Este espacio ha acogido en los últimos meses a Magí Garcías, Clara i Pere Fiol, Sterlin y Alanaire, ofreciendo siempre al público asistente una simbiosis entre el gozo y la calma, el disfrute sonoro y la reflexión sosegada.
Leire introdujo el concierto con unos agradecimientos cálidos y nos explicó su metodología creadora: hacer con lo que hay o, para ser más precisos, esto es lo que hay; un matiz que incluye el desparpajo y naturalidad con el que ella toca la guitarra mientras, de paso, nos toca el alma. Discípula humilde de Ralph Towner y Wolfgang Muthspiel, compuso unas canciones inéditas que escuchamos en primicia los afortunados oyentes, pero también escribió los primeros capítulos de su propia historia sonora. Era la primera vez que Leire tocaba en solitario temas propios, con lo que eso conlleva. Siempre hay dudas en la creación, reflexiones sobre si gustará o no lo creado, el eterno miedo al fracaso o al éxito, que son los dos unos eternos impostores como nos recuerda Borges. Leire no se amilanó y tocó, vaya si lo hizo, creando a su alrededor una atmósfera inigualable que volvió a sanarnos.
Y luego llegó Poemo de Jesús Lizano. Un poema que alterna y cambia todos los géneros de las palabras. La cama ahora es el camo, la tragedia, es ahora el tragedio. Leire dio vida al poema con un acompañamiento jazzístico exquisito, mientras recitaba:
Me asomé a la balcona y contemplé la ciela poblada por los estrellos.
Sentí fría en mi caro, me froté los monos y me puse la abriga y pensé:
qué ideo, qué ideo tan negro.
Diosa mía, exclamé: qué oscuro es el nocho y que sólo mi almo y perdido entre las vientas y entre las fuegas, entre los rejos.
El vido nos traiciona, mi cabezo se pierde, qué triste el aventuro de vivir.
Y estuvo a punto de tirarme a la vacía… Qué poemo.
Las sonrisas cómplices entre la gente se notaron al instante, alguna que ora carcajada, estupefacción y admiración hacia Leire por su atrevimiento, que podría haber salido mal, claro, pero fue todo lo contrario. Fue su cima, su gran montaña escalada y de ahí ya no se bajó. Nosotros nos hemos contagiado de su arte e incluso el que escribe se ve tentado a terminar la crónica a la Leiro, escribienda estas palabros de agradecimienta a un estrello de la guitarro que ha nacida en Can Prunero. Gracias, Leire, por hacernos sonreír y sentir. Larga vido a tu músico.
