MAISON ART NOUVEAU

¡Ah, belleza, antes de morir me gustaría pintarte!

Aligi Sassu
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La maison Art nouveau la plus importante de Sóller

Can Prunera est un mouvement artistique à la fois long et sensuel. Au rythme des formes sinueuses de la nature, s’y harmonisent le jeu et la joie, le silence et le chant. Le modernisme (comme on appelait le style Art nouveau en Espagne) est un mode de vie, une conjonction parfaite entre l’architecture, l’art, la philosophie et la peinture. À l’intérieur, vivent des oiseaux, des fleurs, des papillons, des libellules, des lustres et des meubles sculptés avec l’élégance de ce qui est destiné à perdurer. Chaque pièce est comme ce moustique emprisonné dans l’ambre, qui préserve un moment précis de l’histoire de Sóller et de son environnement. Les toiles des grands maîtres du XXe siècle recouvrent ses murs, donnant couleur et vie à un édifice né en 1911 et qui, sans le savoir, fut le fer de lance du mouvement moderniste de Majorque et des Baléares. Depuis sa naissance, il fut à la fois commencement et destin.

Ses courbes nous font penser aux vagues et aux algues, ses hauts plafonds aux palais majestueux de Sintra et de Trieste. C’est une maison faite pour la rêver et la vivre. Can Prunera trouve sa raison d’être dans le jeu doux et scintillant de l’audace, dans la danse aqueuse de ses carreaux hydrauliques, tissés entre eux par une infinité de symboles et de mythes qui invitent à l’exploration.

HISTORIA

LA MEJOR CASA DE SOLLER DESDE 1911

Can Prunera, junto con otros ejemplos como el Gran Hotel, Can Forteza Rey y Can Casasayes, los tres de Palma, forman parte del amplio conjunto de edificios modernistas que se construyeron, a comienzos del siglo XX, bajo la directriz de los modelos catalanes o del arte nouveau francés.

En el año 1865, una plaga terrible echó a perder los naranjos y limoneros de gran parte del valle de Sóller, lo cual causó una fuerte crisis económica y provocó que numerosas familias que se dedicaban a la recolección y al comercio de los cítricos se vieran obligadas a emigrar. Los principales destinos fueron, por un lado, América del Sur y, por el otro, Europa. Países como Puerto Rico, Venezuela, Francia, Alemania y Bélgica serían los precursores en el recibimiento de emigrantes sollerenses. Aun así, fue sobre todo en Francia donde la mayoría fueron a buscar fortuna; con este fin, se establecieron en localidades como Nancy, Lyon, Marsella y Belfort. Fue en esta ciudad donde Joan Magraner y Margalida Vicens, conocidos en Sóller con el mote de els Pruneres debido a su trabajo con el mercadeo de la fruta, se enriquecieron gracias al negocio dedicado a la importación, exportación y distribución de frutas, verduras y licores. Conseguida la fortuna, decidieron regresar a Sóller y construir un casal con el estilo imperante entonces en Francia: el arte nouveau. En aquel país, dejaron el negocio en manos de los hijos.

Can Prunera se construyó entre 1904 y 1911. Del artífice no se sabe nada, a pesar de que hay dos hipótesis: una atribuye la obra a Joan Rubió y Bellver (1870-1952), el arquitecto catalán que en aquellos años construía la fachada de la iglesia parroquial de San Bartolomé y el Banco de Sóller. Con todo, no hay ningún documento que confirme esta teoría. La otra hipótesis plantea la posibilidad que el casal de Can Prunera fuera construido por albañiles locales.

El edificio es un exponente del gusto de los emigrantes que, al volver de Francia y de Puerto Rico, principalmente, compitieron para levantar la casa más bella y que pusiera de manifiesto la riqueza que habían conseguido.

BALDOSA HIDRÁULICA

SABÍAS QUÉ…

Cada habitación alberga un paraíso diferente al alcance de nuestras miradas y pisadas. Los coloridos patrones de cada una de las baldosas, hechas a mano, aunando tradición y modernidad, componen lienzos  únicos e inolvidables. Las teselas visten lo soñado porque cada detalle cuenta. Las salas, habitaciones, pasillos y recovecos de Can Prunera nos muestran una sinuosidad atrayente. Figuras míticas, naturaleza domada pero libre y una ornamentación llamativa nos obliga a no pasar de puntillas y detenernos en el instante, abrazarlo, sentirlo y, así, poder continuar. Pintura, artesanía, arquitectura, diseño, matemática, historia y belleza, todo ello, en una tesela de 20 x 20 cm.