El valle de Sóller está situado en la costa oeste de la isla de Mallorca, en la Serra de Tramuntana, y limita con los municipios de Deià, Bunyola, Escorca y Fornalutx. Sóller incluye diferentes arrabales y núcleos, como por ejemplo Biniaraix, l’Horta, s’Alqueria des Comte y Ses Argiles, además del Puerto de Sóller. Sin embargo, estas zonas están conectadas entre sí debido al crecimiento urbanístico del valle durante los últimos 60 años. En la actualidad, el municipio tiene más de 14.000 habitantes.
Por el emplazamiento orográfico, Sóller siempre sufrió una situación de aislamiento en relación con el resto de pueblos de Mallorca y, sobre todo, con Palma. El paso del siglo XIX al XX es clave para el desarrollo industrial del valle. Un hito importante es la que tuvo lugar el 1912, con la inauguración de la línea de tren Palma-Sóller. Un año más tarde, en 1913, se abrió la línea del tranvía, que aseguraba la conexión con el Puerto de Sóller. Aun así, la comunicación no fue completa hasta 1997, cuando se inauguró el túnel, cosa que favoreció un importante crecimiento demográfico.
Sóller siempre ha fascinado a viajeros y eruditos que desde el final del siglo XVIII, pero sobre todo desde el comienzo del XIX, visitaron Mallorca. Es el caso de Jean-Joseph Bonaventure Laurens (1801-1890), Josep Antoni Cabañas y Ballester (1797-1852), Joan Cortada y Sala (1805-1868) y el Archiduque Lluís Salvador de Habsburgo-Lorena (1847-1915), que dejó escrito que «(…) Sóller es, indiscutiblemente, la villa más bella de la isla y no dudo en afirmar que es uno de los pueblos más bonitos del mundo, porque todo se encuentra reunido en él (…)». El noble austríaco alojó, durante las largas estancias en la isla, grandes personajes del mundo artístico y literario, como por ejemplo el pintor catalán Santiago Rusiñol y los escritores Miguel de Unamuno y Jacinto Verdaguer.
Sóller dispone de un rico patrimonio artístico, aunque lo más relevante de todo el conjunto es, probablemente, la parte que hace referencia a los edificios construidos a comienzos del siglo XX. Así, la fachada de la iglesia de San Bartolomé y el Banco de Sóller, junto con otros casales, configuran una ruta obligada para conocer el modernismo. De todo el entramado urbano, la calle de la Luna es uno de los más transitados; conecta con la plaza de la Constitución y llega a s’Alqueria des Comte. Ha sido, ya desde tiempo antiguo, la principal vía comercial del municipio, el lugar donde se establecieron muchos de los comercios sollerenses, donde se construyeron las posadas de las posesiones —por ejemplo, Monnàber y Moncaira— y dónde, además, se levantaron algunos de los edificios construidos con el dinero procedente de la emigración, como son Can Maçana y Can Moiana, ambos de estilo colonial. Es en este vial donde encontraremos Can Prunera, en una de las calles más transitadas de la villa.